Editorial por Jorge Horacio Colombo – 14.342.444 – jhcolombo@gmail.com.

Esta es una pregunta muy amplia, que obviamente, necesita de un análisis muy minucioso y profundo, dividiéndolo por actores internacionales, países, zonas geográficas, etc., que lógicamente no puede ser abordado en un artículo como el presente, ni por un simple aficionado a los temas internaciones, como quien lo redacta. Tampoco es la idea hacerlo, sino, como se dijo al presentar esta columna, tiene la pretensión de ser un disparador de opiniones entre los conocedores o interesados, y tratar de despertar curiosidad entre los no tan habitués de estos temas internacionales.

Hasta unos días atrás, digamos hasta fin del año 2024, teníamos una idea aproximada de la configuración del mundo, aún sabiendo que estaban produciéndose cambios; y las discusiones o cotejo de ideas, mas o menos tenían presupuestos con alguna claridad.

Así, teníamos a un denominado “Occidente”, con EEUU a la cabeza, y gran parte de la U.E., Canadá, Australia, Japón, Corea del Sur, que era un bloque mas o menos sólido de ideas y acciones: demócrata, liberal, capitalista, globalista, y con algunas características más socialdemócrata en Europa. Luego Rusia, que resucitó de los restos de la vieja U.R.S.S. tratando de mostrarse poderosa, y con algunos éxitos en su imagen, al haber logrado – antes de iniciarse la guerra de ucraniana”- mantener en el poder al Gobierno Sirio (hoy “extraña y velozmente derrotado); y también luego, al sobreponerse a las sanciones “occidentales” impuestas por la invasión a Ucrania. Exhibe esta Rusia de Putin una concepción democrática débil, con un gobierno central fuerte, pero dentro del marco de un capitalismo (de amigos del poder, se podría decir superficialmente hablando). El tercer actor internacional es China, que en otras épocas hubiéramos dicho que es una “locomotora”, pero realmente brinda más la imagen de un “tren bala”: con corazón comunista de partido único, pero un andar capitalista y férrea vigilancia de su sociedad y su economía. Luego siguen países con muchas aspiraciones de ser actores internacionales: como India, que ya es el país más poblado del mundo, y que es la mayor democracia del mundo; o Turquía, Brasil, Sudáfrica, Arabia Saudita e Israel.

En la cuestión económica el mundo era básicamente de capitalismo globalizado, y en cuanto al eje económico y comercial, el Atlántico Norte ya fue sustituido por el Indo-pacífico, y empieza a perfilarse el Ártico -merced al deshielo cada vez más notable- como una futura ruta alternativa a la vía “Mar Rojo-Canal de Suez-Mediterráneo”.

En lo que a alineamientos o enfrentamientos refiere, Rusia estaba enfrentada a ese “Occidente”, luego de la invasión a Ucrania; y a su vez volcada comercial y estratégicamente hacia China e India en lo económico, y hacia Corea del Norte e Irán en lo armamentístico. China enfrentada comercialmente a EEUU (por acción de este último), y también enfrentada a India por ser país vecino con intereses superpuestos, y a Filipinas y Vietnam por el dominio del Mar del Sur de China, y también a EEUU por Taiwán. Finalmente, el cuarto grupo antes referido de países, trataban de hacer un equilibrio entre los actores principales, y muchos de ellos integrantes del grupo “BRICS”, que es un intento de generar otro polo distinto de poder. Mención aparte se debe hacer de Israel, por su estrechísima alineación a EEUU y por los muchos chispazos con algunos países europeos luego de su fortísima reacción al ataque de Hamas.

En materia de tendencias políticas nacionales, lo notable es el aumento del populismo en el mundo, pero ya no tanto de tono izquierdista (Venezuela, Nicaragua, y en cierta medida España), sino más bien hacia la derecha (Hungría, República Checa, Polonia, Finlandia, Francia, El Salvador, Argentina, etc.). Los organismos internacionales continuaban con líneas de acción en sus materias específicas, de cariz centristas o de centroizquierda (caracterización estas bastante ligera, por supuesto).

A este mundo que ya estaba en proceso de un posible cambio importante, por la aparente vitalidad y fortaleza de la economía China (aunque hay quienes dicen que no es tal), y por los preocupantes indicadores internos de EEUU y Europa, llegó Donald Trump, y nos llenó de dudas y preguntas.

Ahora vemos sorprendidos a EEUU enfrentando a sus más cercanos socios comerciales: Méjico y Canadá, y a sus aliados militares de Europa, especialmente Francia y Alemania, aplicándoles aranceles (previa amenaza). Obviamente que China, su enemigo comercial, también recibe aranceles, pero acrecientan el enfrentamiento previo, no es novedad.

Lo que también sorprende de Trump, y no porque creyera que era incapaz de hacerlo -ya que sus acciones indicaban que así actuaba en sus negocios particulares- es el feroz y agresivo ataque a esos “amigos”. Es como que nada le importa el bloque aliado, o que está seguro de que la tropa no se le va a sublevar o dispersar. Me incluyo entre los que pensaban que esa sería su línea de pensamiento y su finalidad, pero no que esa sería la conducta: la de la amenaza y del apriete en forma abierta, directa y descarnada.

No menos sorpresivo es su oposición al globalismo y al libre comercio que con tanto tesón fue tejiendo EEUU desde muchas décadas atrás. O su abandono de organismos internacionales, o su amenaza de hacerlo.

No es sorpresiva su admiración por Putin, porque lo demostró ya desde mucho tiempo antes de ingresar a la política, cuando solo se ocupaba de hacer negocios por el mundo. Lo que sí resultó inesperada y sorprendente, fue la virulencia con que atacó a Zelenzky, y que utilizara las mismas expresiones y argucias que el régimen ruso usa para increparlo. Incluso Trump lo calificó de “dictador”, con lo difícil que resulta desarrollar un proceso electoral en un país invadido, y con parte de población en la guerra, y otra en el exilio voluntario (obviamente que la creación de un comité de las distintas fuerzas políticas ucranianas no hubiera estado mal…) pero elecciones normales era imposible hacer.

Esta referida admiración a Putin, sumada a las palabras elogiosas hacia el líder chino Xi Jimping, y a la exaltación que hizo uno de sus principales colaboradores (Elon Musk) al partido de ultraderecha alemán AFD (¡en pleno proceso eleccionario aleman!!!!), o el indulto a sus huestes movilizadas en el momento de la entrega de la presidencia anterior, desentonan totalmente con el discurso prodemocrático que tuvo EEUU desde su revolución de 1.776 -sin entrar a profundizar en la coherencia de las acciones o la sinceridad de ese discurso.

Entonces surgen preguntas: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar Trump? ¿Qué está dispuesto a perder luego de estas acciones? Los analistas políticos dicen que Trump tiene al mundo como teatro para su público nacional, y que su verdadera lucha es interna y no internacional; que lo que hace solo es para sacar adelante la economía nacional (con una receta harto discutible), y que así debilita el rol de EEUU de líder mundial.

Otra lectura, no necesariamente opuesta, y posiblemente complementaria, es que está retomando una vieja línea de acción que es la del “garrote”, la de premios y castigos (o mejor dicho: poco o nada de premio y más o menos castigo). Y su camino es la negociación bilateral, ese es el terreno donde puede ejercer mejor su fuerza, que podrá ser más dificultoso con unos pocos en el mundo (China, Rusia, India, por ejemplo), pero mucho mas fácil con los demás.

La experiencia de apenas un puñado de días de gobierno de Trump, está dejando marcas muy fuertes en el mundo, el maltrato a sus “amigos”, la “entrega” de Ucrania, a quien el gobierno anterior empujó a profundizar el conflicto cuando “aparentemente” se podía llegar a un acuerdo, y que este gobierno, por mera oposición política nacional (y mucho de revancha hacia Zelenzky porque años atrás no quiso darle información de los negocios turbios del hijo de Biden en Ucrania) cortó abruptamente todos los suministros, y además, pretende cobrarse el apoyo dado, directamente con riquezas nacionales ucranianas. Todo esto puede tener efectos adversos entre “propios”, y beneficiar a “ajenos”.

Para ampliar el marco histórico, podemos decir que: a) la abrupta retirada de Afganistán; b) la ida de Irak, por presión de las mismas autoridades iraquíes para evitar males mayores; c) el corte de suministros a Ucrania antes referido, y la consecuente anulación de la poca fuerza negociadora que podía tener ante Rusia; d) la negociación con Rusia sin participación de los europeos; e) las pretensiones de anexión de Groenlandia; y f) la propuesta de que Canadá sea un estado más de EEUU… (y hay más ejemplos), no debería pasar así nomás, desapercibido, o como anécdotas, o simples “tiros al aire”.

Pienso que estos y otros gestos, palabras y acciones que hubo, tendrán consecuencias, pero no puedo imaginar cuáles, porque el mundo está muy anudado por el globalismo, con economías interdependientes, y no podrá cortarse esas relaciones “de una”.

Entonces ¿Será intención de Trump repartir el mundo entre tres esferas de influencia: EEUU, Rusia y China al saberse el más influyente? ¿querrá transformar a Rusia en una especie de aliado, separándola de China, para debilitar a esta? ¿está dispuesto a desatar una verdadera guerra comercial total, como está amenazando? Y si ésta efectivamente se produjera ¿cómo se desarrollaría el conflicto en este mundo económicamente interdependiente? ¿Cómo jugaría Europa sus fichas en su contexto actual de rearme forzado, con el avance de las ultraderechas, y con su economía tan debilitada? ¿Cómo jugará China ante los altos aranceles impuestos a la importación de sus productos por parte de EEUU? ¿Cómo jugaría China en un caso de guerra comercial total? Y respecto a nuestra zona: ¿cómo nos salpicarán estos enfrentamientos? ¿Cuál sería la mejor respuesta argentina, y de los demás países del llamado “Sur Global”? ¿Podremos dar alguna respuesta relativamente independiente ante un conflicto comercial global?

Muchas preguntas, muchas dudas, pocas respuestas, y, personalmente, bastante pesimismo.

Gálvez, 16/03/2025.

Jorge Horacio Colombo – 14.342.444 – jhcolombo@gmail.com

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