José Luis “Poroto” Stratta ; una vida dedicada al deporte motor. El legado de su padre y de su amigo del alma; Abel “Chiche” Traggiay. Su historia como mecánico y piloto. El accidente que marcó un antes y un después en su vida. Un ejemplo de superación y resiliencia. 

Nacido en Gessler, se radicó en Gálvez durante su adolescencia para estudiar en la Escuela Industrial. Hijo  de “Pepe” Stratta y “Porota” Welschen (a quien, obviamente, le debe su apodo), cuando se mudó a nuestra ciudad, se instaló en la casa de sus tíos Hortensia y Eldo Novero, a quienes define como sus “papás de corazón”.  

En esta nota, con “Desde el Faro”, llena de emociones y recuerdos, hablamos con José Luis «Poroto» Stratta de su vida entre los fierros y su pasión por el deporte motor, que lo llevó a superar todo tipos de dificultades.

PASIÓN DESDE LA CUNA: LO QUE SE HEREDA NO SE QUITA

“Mi infancia la viví en Gessler. Mi papá, con dos hermanos, tenían un taller mecánico y sobre finales de los años ‘50, Bruno Riva trajo al pueblo el primer Midget, que era de la “Scudería Escape”, y ahí se convulsionó el pueblo. Entonces, al poco tiempo se trajeron dos autos más; el primero fue para Marcelo Savino que, después que éste tuviera un accidente, se lo vendió a sus sobrinos Raúl y “Pelusa” Tántera, mientras que Marcelo, cuando ya estuvo bien, compró el 11 que es el único auto que en la actualidad está con vida y aún lo tiene su familia”.

Junto a Pepe y Porota, sus padres biológicos y sus «padres del corazón», los Tíos Hortensia y Eldo Novero

“Ahí se inicia mi pasión. En esta foto (imagen de abajo) yo tengo 5 años y la salida de los viernes o los sábados era la de las madres llevando a todos los niños del barrio a tomar un helado un al Tiro federal donde había una heladería y sólo dos gustos de helado, así que no había mucho para elegir. Pero mi mamá me contaba que yo, como los autos trabajaban fuera de hora, por la noche, ya con 3 años me iba con mi papá al taller, porque sabía que iban a trabajar en los autos de carrera. Siempre elegía ir al taller y no a tomar helado, lo que creo que marca que la pasión la tuve desde siempre”.

A los 5 años en el Midget de Bruno Riva. Una pasión que nacía

“Desde ahí no pare nunca. Cuando tenía 11 años, junto con varios muchachos del pueblo, armamos una moto Puma. En el año ‘76, Bruno Riva empezó a correr con un Fiat 600 que se armó ahí en el taller. Mi papa se dedicó en esos años a lo que es la suspensión de autos y alineación, y yo con  10-11 años iba aprendiendo al lado de él. Entre ir a jugar al futbol y estar con mi papá entre los fierros, no lo dudaba”.

SU LLEGADA A GÁLVEZ Y EL “HERMANO DE CORAZÓN” QUE LE REGALÓ LA MECÁNICA

“Llegó la época de venirme a Gálvez para estudiar el secundario. Cuando estaba acá, mi abuelo me dio el dinero para comprarme mi primer karting. No tuve mucha suerte. Como toda cosa, esto funciona en base a dinero y siempre escaseaba. Me recibí, fui al servicio militar y cuando volví, quise tener mi revancha. Compré un chasis nuevo y ahí conozco a un hermano del corazón como lo fue Abel Francisco Traggiay “Chiche”, y empiezo a trabajar con él.

“Ayudándolo me enseño muchísimo. Al lado suyo, aprendí a armar mi primer motor y nació una amistad que nos traspasó a nosotros y llegó también a su familia”.

«Poroto» (izquierda) y «Chiche» (derecha), junto al Chufi Gavatorta. Historia pura de un legado.

UN RECORRIDO POR SU HISTORIA COMO PILOTO Y MECÁNICO

“Corrí un tiempo en karting, cuando podía. Pero en el ‘86 dejé porque los fierros que tenía estaban pasados de moda, y yo al ser grandote, si bien estaba en estado, no tenía forma de competir con pibes más jóvenes y más livianos”.

“Fue justo un momento donde hubo un gran cambio  en la mecánica, entonces con Walfredo Bressi le hicimos un karting para Matías Bressi (Moño) que en su momento corría en el 50 escuela, y mientras tanto seguía siempre a la par de Chiche, haciendo motores para el CAM”.

“En el ‘89 empezó a correr Sebastián Delarmelina y lo acompaño. En el ´90 me contacta Eduardo Chiozzi para que le arme y atienda el karting a su hijo Diego. Ya en  la segunda carrera también le conseguimos un karting para su hermano Fernando, que corría en los 50 cc, y atendíamos a los dos”.

“En el ‘92 se formó con fuerza la categoría TC 4000 santafesino,  y decido hacer un auto para mí en el cual debuté en el año 94 con la ayuda de mucha gente. Corrí las 11 carreras, y cuando teníamos todo organizado y un buen equipo y peña para armar algo importante, fue donde mi papá se enferma y las prioridades cambiaron. Tuve que comprar esta casa y arreglarla porque tenía que traer conmigo a mis dos padres a vivir desde Gessler. Esa fue mi última experiencia como piloto”.

“En 1995, cuando Diego Chiozzi pasa a la formula Renault, volví a formar parte de su equipo y termina siendo campeón en clase B”.

“Antes de 1999 hicimos el auto de José María Ceratto de Gesller, y ya en ese año, junto con un grupo de chicos de los bomberos, armamos un Chevrolet para que lo corriera “Chacho” Pagani, y su acompañante era Gonzalo Montes. Ahí fue que se contacta conmigo Hugo Montes (papá de Gonzalo), y me consulta si me animaba a hacerle una coupé chevy a Gonzalo. Obvio que lo hicimos y desde el debut en el 2000 y hasta el 2008 estuvimos a pleno. En el 2009 la categoría ya se había profecionalizado y requería de otros tiempos  que ya no teníamos”.

“En el 2006 empiezo a trabajar con otra familia a la que aprecio mucho. La familia Raimondi (Gustavo, Carlitos y Rogelio), compran un 128 de la categoría TZ y sobre fin de año me lo traen. Al auto le faltaba mucho trabajo por lo cual ese año mucho no pudimos hacer, además de que yo tenía que afrontar una operación. Cuando salgo de eso, en 2007 armamos un grupo de trabajo excelente y el primer año Gustavo salió subcampeón, en el 2008 campeón y en el 2009 fue la primera vez que tuvimos que parar en una carrera y eso nos costó el campeonato. Pero en el 2013 lo hicimos volver, la categoría había cambiado, se corría mucho más en asfalto y él fue el último ganador en tierra. Fue una carrera perfecta de Gustavo en San Jerónimo, encerró las 14 vueltas de la final en 3 décimas, una cosa increíble. Era un muy buen piloto y el auto andaba bien. Ese año volvimos a salir campeones pese a ser muy bravo, con mucha pelea. Se llegó a la última carrera con 5 pilotos encerrados en 7 puntos, así que el que llegaba delante del resto era el campeón, y fuimos nosotros”.

“Luego Gustavo le pasa el legado a Brian, le compró un karting y empezamos una nueva historia con el hasta el 2018”.

LA DESPEDIDA DE LAS PISTAS  Y SU PREFERENCIA ¿PILOTO O MECÁNICO?

“Al final de 2018, por problemas físicos decido dejar. Ya me costaba mucho ir a las carreras. Eran dos o tres días fuera de casa, los hoteles muchas veces no estaban preparados para gente con discapacidad y todo fue sumando. Después de tantos años estaba un poco cansado”.

“Como piloto siempre fui mediocre. Tampoco tenía los medios económicos sino quizás hubiera andado algo mejor. Pero siempre me tiró más la mecánica. Hacer los autos pero también formar pilotos. Lamentablemente, con Chiche teníamos el proyecto de la Escuelita de Pilotos pero las cosas no se dieron. Son cuentas pendientes que, quizás los más jóvenes puedan cumplir por nosotros”.

“Aparte de piloto y mecánico, a mí siempre me gustó ayudar a formar pilotos. Hace poco, me llamaron los chicos de la escuela industrial porque querían ver algo del auto eléctrico con el que participan  todos los años en una competencia. Fui, estuvimos charlando con los chicos, explicando algunas cosas y vimos que se precisaban algunos elementos nuevos y el dinero no estaba. Así que levante el teléfono y empecé a gestionar con algunos amigos que no tuvieron ningún problema en enviarnos lo que se necesitaba. Esas son las cosas lindas que esto te da”.

El mediodía del 28 de diciembre de 2002, un accidente laboral, cambiaría para siempre su vida. Pese a las complicadas secuelas de aquel siniestro, “Poroto” jamás abandonó su pasión y en esta parte de la entrevista nos cuenta de eso, su ejemplo de resiliencia y de algunas anécdotas que marcan a fuego su amor por los fierros. 

“Hubo dos cosas que me ayudaron a superar ese momento, más allá de los excelentes profesionales que me atendieron. Una es haber estado por 18 años en Bomberos Voluntarios y, sobre todo, los últimos tiempos cuando se incorporó el sistema de ambulancias y nos tuvimos que preparar, hacer varios cursos de técnicos en emergencias médicas, donde aprendí muchas cosas que luego me ayudarían. Y la otra, sin dudas, fueron los fierros”.

“El día del accidente, cuando llegué a Rosario y tomé conciencia de cómo estaba y que lo que venía no iba a ser fácil, fue la primera vez que me prioricé a mí mismo. Le pedí a mi primo (Hugo Novero) quien me había acompañado en la ambulancia, que se encargara de cuidarme la vieja y de cerrarme unos negocios que estaba haciendo.  A partir de ese día, mi vida fue  primero yo, segundo yo, tercero yo. No había otra forma de salir. Ya en febrero estaba mejor, lo peor había pasado”.

“La noche antes del accidente había terminado de hacerle la última reforma a la Chevy de Gonzalo Montes para que el lunes entrase en pintura. Los chicos del equipo se pusieron a armarla en base a los planos y a lo que habían aprendido. Pedimos permiso en la clínica y Hugo (Montes) me llevó un startac (celular de la época) para que pudiera comunicarme con ellos, pero yo no tenía forma de sostenerlo. Así que los enfermeros me lo pegaban en la mejilla y así hablaba con ellos y les daba las instrucciones”.

“En la terapia no se podían escuchar radios AM y las FM no llegaban. Entonces me llamaban por teléfono y me iban diciendo como iban las carreras. El día del debut, Gonzalo había clasificado 6to y largaba la tercera serie en primera fila. El muchacho que largaba junto con él, corría un auto que yo conocía, entonces le comenté a Gonzalo los pro y los contra y cuál debía ser la estrategia.  Resulta que termina ganando la serie y en ese tiempo el programa. Termina la carrera y me llaman, me ponen a Gonzalo del otro lado para que me salude y justo cuando me estaba diciendo “Poroto, hice todo lo que me dijiste, lo cag..” le ponen un micrófono del programa Acelerando, y como los muchachos del programa era amigos míos, salió eso sin editar en un programa que vio todo el mundo”.

Al momento de su accidente, «Poroto» preparaba el auto de Gonzalo Montes.

“Cuando fui al instituto de rehabilitación, yo lo que quería era volverme a casa para ir a las carreras. No me dejaban pero me escapaba”.

LEGADO X 2: “MI VIEJO Y CHICHE TENÍAN UNA CABEZA DIFERENTE”

Como corresponde a esta sección, hablamos del legado que le dejaron sus dos grandes maestros; su Papá “Pepe” y Abel “Chiche” Traggiay;

“Mi viejo era un tipo de pocas palabras. Por ahí hasta demasiado bueno, que de  lo único que sabía era de laburar, y que abrazó el automovilismo hasta que prácticamente no pudo más trabajar. De él aprendí a que esto es trabajo. Por eso, a los fierreros no nos gusta que nos deseen suerte porque esto no es suerte, esto es trabajo”.

“Chiche era muy parecido a mi viejo. Gente con una cabeza diferente, muy prolijos en lo que hacían, y siempre tratando de ayudar a que alguien que, quizás no tenía los medios pero si las condiciones, pudiera correr”.

“La palabra amistad que hoy está un poco bastardeada, para ellos significaba todo. Ellos me enseñaron a valorar la amistad y por eso a lo largo de mi carrera más que amigos, he encontrado hermanos del corazón, como Cacho Rango, José María Ceratto, Gonzalo Montes, la Familia Raimondi, los Chiozzi, la gente de Santa Clara… muchos.

POROTO SEGÚN POROTO: “YO NUNCA VENDÍ HUMO”

Para el final, le pedimos a José Luis una reflexión sobre su trayectoria…

“No es fácil que la gente crea que cuando no podes mover las manos les podes vender tu intelecto. Yo nunca vendí humo; los vendedores de ilusiones son los que lamentablemente se destacan pero eso es efímero. Al final del camino lo que realmente vale y sirve es lo que haces, bien o mal, pero de corazón”.

“Por eso yo siempre vendí realidades, nunca se me cayeron los anillos. Si algo no avanzaba o no sabía, lo hablaba y nos poníamos a laburar para lograrlo. Creo que un poco fue eso lo que también hizo que me aleje de todo esto. Cambió mucho. Trabajar en forma profesional no sólo significa que te tienen que pagar por lo que haces, sino que, sobretodo, significa que tenés que dar lo máximo,  dejar todo. Mi tranquilidad es que yo de mi lo di todo”

1 comentario

  1. Poroto, una de esas personas que no pueden faltar en este mundo. Excelente el legado. Abrazo a él y felicitaciones al medio por realizarlo

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